16 noviembre 2015

DARUDE-SANDSTORMANÁLISIS | Mad Max (PS4)






Warner Bros. Interactive Entertainment, la división de videojuegos de la Warner de toda la vida, se ha convertido en Satanás, consiguiendo así el puesto que antes compartían Activision y Electronic Arts. Desde luego, Warner se lo merece: el terrible -y apocalíptico- port de Sombras de Mordor para Play Station 3 y Xbox 360la cancelación de las prometidas versiones de antigua generación de Mortal Kombat X -equis- o el -doble- nefasto lanzamiento  de Batman Arkham Knight en PC son motivos más que suficientes.

Aunque, para ser justos, también hay que decir que todos esos juegos, en sus versiones "correctas", son títulos notables, incluso más que eso. Arkham Knight es un firme candidato a GOTY, y Sombras de Mordor fue una de las grandes sorpresas del año pasado. Es, precisamente,  con el título basado en la obra de Tolkien con el que Mad Max, desarrollado por Avalanche Studios -los creadores de Just Cause-, tiene más similitudes. Evidentemente, no por ambientación, ni temática, si no porque son juegos de licencia que aúnan, en un mismo juego, mecánicas de otros exitosos títulos, así que las comparaciones entre ambos títulos acabarán apareciendo en el análisis, sobre todo en lo que a gameplay se refiere.

Sin embargo, Mad Max no acaba de ser un producto tan redondo como si fue Sombras de Mordor, ¿Qué podía salir mal teniendo una ambientación y un universo tan altamente explotable e interesante como es el de Mad Max? Pues si queréis saberlo, seguid leyendo...

Como podría resultar evidente, Mad Max nos pone en la piel de Max Rockatansky, y aunque comparte universo con las películas, esta visión de la franquicia, además de tener un nuevo Max -que no tiene el aspecto ni de Mel Gibson ni de Tom Hardy-, es un producto independiente, por lo que sí, quizá os guste más si entendéis ciertas referencias y guiños, aunque es disfrutable sin haber visto ninguna de las entregas cinematográficas. Matizaré más tarde lo de disfrutable.

En los primeros minutos de partida veremos como Max es capturado y despojado de todas sus posesiones, incluida su chaqueta de cuero y el Interceptor, su mítico coche. Después de huir de sus captores, no sin antes incrustarle una motosierra en la cabeza a Scabrous Scrotus, un dictador que domina con mano de hierro la Ciudad de la Gasolina -esto no es spoiler, sucede en los primeros tres minutos de juego-, Max se ve abandonado en mitad del desierto, sin provisiones ni vehículo, hasta que encuentra a Chumbucket, un jorobado mecánico que vive aislado en el interior de un antiguo carguero. Max necesita un coche, Chumbucket alguien que le ayude a reunir las piezas necesarias para construir el Mugnum Opus, el vehículo de combate definitivo, así que ambos formarán una alianza, que durará durante toda la aventura; así, mientras que nosotros solo manejamos a Max, nuestro mecánico estará siempre en nuestro coche, encargándose de las reparaciones pertinentes, disparando a nuestros enemigos en los combates, o de acercar el vehículo hasta nuestra posición en caso de que nos hayamos separado.

Tras salir del refugio de Chumbucket, la primera zona del juego, tendremos acceso a un mundo abierto bastante grande -con más zonas que se irán desbloqueando conforme avanza la historia- y con multitud de cosas que hacer. Lo principal, las misiones necesarias para avanzar en la trama, las iremos obteniendo visitando de los líderes de las fortalezas, que nos intercambiarán nuestros servicios por objetos y elementos para que podamos seguir nuestro camino. Estos también serán los encargados de darnos misiones secundarias, cuyas recompensas suelen ser el desbloqueo de nuevas y mejores piezas para personalizar nuestro vehículo. El problema es que estas misiones, tanto las principales como las secundarias, son demasiado parecidas entre ellas, por lo que nos limitaremos a ir haciendo exactamente lo mismo durante todo el juego. El mapa del juego está repleto también de objetivos secundarios y coleccionables -¡Qué daño has hecho, Ubisoft!-, pero estos, una vez más, no nos proponen otra cosa que repetir hasta hartarnos las mismas mecánicas, ya sea atacando fortalezas enemigas para conquistarlas, o entrando en cuevas para encontrar una nueva carrocería para el Magnum Opus. Sumándole a este desarrollo repetitivo una historia floja, que no es hasta las dos últimas misiones de juego cuando empieza a ponerse interesante, y unos personajes bastante planos y prescindibles -ni siquiera este nuevo Max acaba de convencer-, hace que avanzar en la trama sea algo tedioso y poco reconfortante, sin ningún tipo de aliciente que nos empuje a completarla.



A la hora de hablar del gameplay del juego, encontramos dos partes bien diferenciadas. Por una parte, la exploración a pie y el combate, y por otra -con menos importancia de lo que debería-, aquella a bordo del Magnum Opus. A pie, controlamos a un Max bastante inútil, al menos a la hora de desplazarse, ya que, además de dar volteretas o subir escaleras o algunos bordillos -marcados en amarillo-, no puede hacer mucho más. Se pierde aquí el "componente Assassin's Creed" que sí tenía Sombras de Mordor -ya he dicho que las comparaciones iban aparecer en algún momento-. Esto limita también las posibilidades a la hora de plantearnos los combates, de hecho, solo hay una, la acción directa, liquidar a todo lo que se mueva. Para entender el sistema de combate, hay que remitirse a la saga Batman Arkham, ya que, -al igual que ya hizo Sombras de Mordor- Mad Max adopta las brillantes mecánicas de los títulos del Caballero Oscuro. Sin embargo, aunque las acciones básicas son las mismas -un botón para golpear, otro para contraatacar y otro para esquivar-, en conjunto, Max resulta ser un personaje muy tosco y lento. 

Hay poca variedad de ataques, el contraataque no responde como debería, y a menudo acabaremos recibiendo daño aunque hayamos pulsado el botón indicado a tiempo. Aunque sí es cierto que podemos ir mejorando a nuestro protagonista de diversas maneras , ya sea mediante la compra de equipamiento -utilizando chatarra, la moneda del juego- y que mejoran nuestro ataque y nuestra defensa, o nuevos movimientos de combate, que nos permiten acabar con los enemigos más rápido, el sistema de combate se queda bastante cojo, siendo, una vez más, demasiado repetitivo y falto de ritmo.

La cosa cambia mucho cuando tomamos el control del Magnum Opus, aunque no muy para mejor. Aunque la conducción es algo indispensable en el título, debido al gran tamaño del mapa del juego, no termina de ser tan satisfactoria como debería. El Magnum Opus responde correctamente, con un manejo completamente arcade, y resulta útil como medio de transporte; sin embargo, a la hora de enfrentarnos con vehículos enemigos, quedan patentes algunos fallos de diseño. Es demasiado sencillo golpear una pequeña piedra y perder el control del coche, lo que puede provocar que nos salgamos de la carretera y perdamos el convoy que estábamos persiguiendo. Podrían achacarse estos errores a ser o no un buen jugador, pero suceden demasiado a menudo, y en los peores momentos. No ayuda tampoco que la inteligencia artificial de los enemigos, en concreto en los combates sobre cuatro ruedas, sea bastante nefasta.



Como ya he mencionado antes, es posible personalizar y mejorar nuestro Magnum Opus -el objetivo principal del juego- y a Max, tanto a nivel estético -desde pinturas, pegatinas y adornos para el coche hasta una barba hipster para nuestro protagonista- así como el equipamiento, para ser más letales y resistentes. Para estas mejoras, tendremos que utilizar chatarra, que podremos conseguir cumpliendo misiones o saqueando cadáveres, por lo que el looteo es otra parte fundamental del juego, quizá demasiado. Otra tipo de ventajas son las que desbloqueamos con los puntos de Griffa, que obtendremos al cumplir determinados objetivos -normalmente, acabar con ciertos enemigos de determinada facción, conquistar un número específico de bases...-. Una vez completadas estas tareas, deberemos hablar con Griffa, un ermitaño que aparece en algunos puntos de El Páramo y que nos permitirá mejorar algunos factores como nuestra salud, la cantidad de agua que podemos conseguir -con ella nos recuperamos de los daños recibidos-, o el daño que infligimos. Si bien las mejoras de equipamiento sí son esenciales, estas últimas no lo son tanto; las fuentes de agua son suficientemente frecuentes, y las mejoras de daño apenas son perceptibles, aunque acabaremos desbloqueándolas casi sin querer, ya que durante el desarrollo de la historia es posible completar la gran mayoría de desafíos.

Centrándonos en el aspecto artístico, Mad Max  resulta, como en el resto de su conjunto, repetitivo. El escenario no es demasiado variado, y aunque sí, sé que el universo de Mad Max no permite demasiada variedad, pero la mayoría de las fortalezas tienen los mismos elementos y los enemigos son exactamente iguales; es una pena que con el gran trabajo artístico que demostraba, por ejemplo, Furia en la carretera, aquí veamos una versión demasiado limitada y genérica este universo.

Tecnicamente, a pesar de ser un título exclusivo de consolas de nueva generación -y PC, que este sí funciona-, no es un portento gráfico, siendo casi todos los elementos bastantes simplotes. Solo impresionan, y en determinados momentos, la iluminación y las explosiones, siendo los mejores momentos del juego las tremendas tormentas de arena, que aunque no son tan impresionantes como en la última película, son bastante vistosas. Es una pena que no ocurran demasiado a menudo y que no estén aprovechadas en ningún momento como parte del marco narrativo, ya que solo aparecen de manera aleatoria cuando vagamos por el mapa.

A nivel sonoro, solo destacan algunos efectos de sonido, como los motores de los vehículos, los golpes de Max, o las explosiones. La banda sonora pasa desapercibida en todo momento, y el doblaje -solo en inglés, el juego no viene doblado- cumple sin más. Como tampoco se le pueden sacar pegas, no se puede considerar un punto negativo, pero sí se echa en falta más trabajo en este apartado.




CONCLUSIÓN: Mad Max no resulta ser un mal juego, sin embargo, acaba cayendo en errores demasiado garrafales, en mecánicas obsoletas y repetitivas, y no consigue emular el alto nivel de los juegos de los que extrae sus elementos. Quizá, con un poco más de personalidad propia y sin verse obligado a alargar su duración con tediosas repeticiones de las mismas tareas, estaríamos hablando de un mejor juego. Pero no es así.


  • Personalizar a Max y al Magnum Opus, aunque este aspecto esté bastante limitado.
  • Las tormentas de arena, los mejores momentos que viviremos en El Páramo.
  • El gran tamaño del mapeado, que tiene multitud de tareas secundarias...


  • ...pero cuyos objetivos y mecánicas son demasiado repetitivas.
  • La historia es floja, y los personajes demasiado planos.
  • El sistema de combate es tosco y está demasiado limitado.
  • La conducción no está tan pulida como debería.
  • Graficamente, salvo algunos detalles, un poco desfasado.


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